Papá — Marcos, quiero leer un rato. ¿Por que no vas a jugar y me dejas solo?
Marcos - No me voy porque estas enojado con vos, no conmigo.
Papá - (reconociendo sus sentimientos)— Bueno, es cierto, estoy un poco enojado, pero no tiene nada que ver con vos.
Marcos—Papá, enojarse no es bueno; es como tener un infierno adentro. Yo a veces tengo adentro un cielo
y un infierno que se pelean. Pero yo no creo en el cielo y el infierno del que habla la abuela. ¿Sabés una cosa?
Yo anoche estaba enojado con mi hermanito, y no quería volar en sueños. Entonces vinieron los ángeles y me llevaron a volar con ellos, a estar cerca de Dios. Me llevaron a un lugar donde estaban todos reunidos. ¿Sabés qué me decían? Que yo había matado a un cordero. Yo les decía que no era cierto. Pero me lo volvían a decir.
No me hacían nada, porque los ángeles no te hacen nada; no te castigan, sólo están. Después vino Dios y me tocó, pero sin manos, porque Dios no tiene manos ni cuerpo. Yo tampoco estaba en mi cuerpo; después volví a mi cama y me quedé más tranquilo. Yo sé que tengo que quererlo y cuidarlo a mi hermanito, pero a veces tengo que quererlo y cuidarlo a mi hermanito, pero a veces tengo mucha rabia... Me parece que los ángeles me ayudan llevándome a Dios. La rabia es como el infierno, el cielo es sentir a Dios.
Marcos, 3 años
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