Flavio — Papá, siempre me acuerdo del chiste que me contaste en el auto.
Papá — ¿Qué chiste?
Flavio — El chiste del hombre que está en una inundación, sobre el techo de su casa. El agua sube y viene un bote a buscarlo. El dice: — No gracias; no me voy. Dios me va a ayudar.
El agua sigue subiendo. Viene una lancha de la policía y le dice:
— Venga, hombre, se va a ahogar. El contesta: — No, gracias, no me voy. Dios me va a ayudar. Por último, ya el agua llega al techo, y viene un helicóptero. El tampoco quiere irse; piensa: — Dios me va a ayudar.
Entonces el agua lo tapa y se muere. El alma sale del cuerpo, y cuando se encuentra con Dios le pregunta: —
¿Por qué no me ayudaste? Dios le contesta: — ¡Claro que te ayudé! ¡Te mandé un bote, una lancha y un helicóptero! ¿Sabes que estuve pensando en ese chiste?
Papá — ¿Qué estuviste pensando?
Flavio — Ese chiste es muy útil para entender una cosa de los humanos. A veces esperan milagros, esperan que Dios cambie las leyes físicas para mostrar su poder. Ese hombre era un tonto; no sabía que Dios siempre responde, pero si estás en el plano físico, te manda ayuda física, sólo la tenés que saber ver. Cuando una persona siente a Dios no necesita que Dios haga milagros.
Flavio, 6 años
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