lunes, 17 de enero de 2011

LOS FANTASMAS

Ricardo (agitado) — ¡Mamá, papá, estos chicos dicen que los fantasmas existen! ¿Verdad que no es cierto? ¡No existen, no existen!

Marcos (tranquilo) — Claro que existen. Pero ya te dije que no te pueden hacer nada; son energía sin materia; sólo pueden asustarte. No debés tenerles miedo; tenés que tenerle pena. Son como una nube con forma humana. Son las almas que no saben volver a Dios.

Papá — ¿Por qué no cuentan qué pasó?

Ricardo — Estábamos subiendo la escalera, ya estaba oscuro, y vimos algo que se movió, como una sombra. Yo me asusté y dije: parece un fantasma... Y él (señala a Marcos) me dijo que claro, que era un fantasma; que hay fantasmas por todas partes... Me asusté mucho... Ustedes siempre me dicen que no hay fantasmas... ¡Este chico es un mentiroso!

Marcos — Te dije la verdad. También te dije que no tengas miedo. Los fantasmas pueden atravesar las paredes pero no te pueden tocar. No tienen cuerpo, pero tienen mente. Tienen energía, pero no tienen materia.

¿Sabés qué es la materia? La materia se toca. Cuando uno se muere deja su ropa, que es el cuerpo, pero a veces queda la ropa interior, que anda por ahí, flotando cerca de la Tierra; no se va para arriba.

Flavio (tímidamente) — Sí, sí. Es así. Es verdad.

Los padres de Ricardo — Bueno, estos chicos deben ver mucha televisión...

Marcos — Estas ideas no las sacamos de la televisión. Son ideas verdaderas.

Mamá — Bueno, Marcos, después lo hablamos. Recojan sus juguetes que nos tenemos que ir. Ya es tarde.

Volvemos a casa, charlando, mientras caminamos por la playa.

Mamá — Tienen que tener más cuidado cuando hablan con la gente. Ya saben que pocas personas comprenden lo que ustedes piensan. Nosotros se lo respetamos mucho, pero pueden tener dificultades con los demás.

Papá — Ese chico estaba muy asustado, por eso se enojó tanto.

Marcos — ¡El sintió al fantasma! No lo quiso aceptar.

Flavio — El cree en el papá y la mamá, no en lo que siente.

Papá — ¿Vos también sabés de los fantasmas?

Flavio — ¡Claro! Cuando yo nací, para mí este era como un mundo de fantasmas, de fantasmas físicos.

Estaba tan asustado como ese chico. Para ser físico, primero hay que nacer. Para ser un fantasma, primero hay que hacer el esfuerzo de morirse.

Mamá — ¿Cómo el esfuerzo?

Flavio — Bueno, quiero decir que a los humanos que después son fantasmas les costaba morirse; no querían morir. Por eso no flotan hacia el Sol, se quedan cerca de la Tierra. Los fantasmas se olvidan que todos salimos de Dios, y que cuando morimos volvemos a Dios.

Cuando todos volvamos a Dios, ya no va a morir ni nacer más nadie. Pero la vida va a seguir. Porque la Vida es Dios, y Dios nunca se acaba. Cuando morís te vas flotando, arriba... arriba... llegás al Sol, pero también

pasás al Sol. Ya no se ve nada porque no hay nada para ver. Dios no tiene forma.

Cuando empezás tu vida, Dios te da una forma, te manda a un planeta. Antes de nacer, uno flota sobre el planeta y con los ojos de aquí (señala el corazón) ve el planeta donde va a bajar... Bueno, no son ojos; son como ojos, porque uno no tiene cuerpo. El verdadero traje que tenemos es el cuerpo. En cada planeta hay un traje especial. Cada planeta tiene su color. A veces uno va a otros planetas, a veces vuelve al mismo muchas veces. Dios te dice las cosas que tenés que hacer, te las anota en la memoria.

Papá — ¿Qué cosas?

Flavio — Para poder vivir en este planeta Dios me anotó la palabra "no", la palabra "sí", y la palabra "reloj".

Las cosas más importantes las voy a poder decir cuando tenga más palabras. Tengo que ir a la escuela a aprender más palabras, más cosas de la Tierra. Pero me parece, Marcos, que no tenemos que hablar de estas cosas con los chicos; se asustan como yo me asustaba de lo físico. Los padres no los dejan ver la realidad no física.

Marcos, 8 años - Flavio, 5 años

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